La Fundación Orange presentó el viernes 3 de junio ‘(Casi) Todo por hacer – Una mirada social y educativa sobre los Fab Labs y el movimiento maker’, un estudio que se adentra en la realidad de estos espacios colaborativos de creación y fabricación digital y su impacto en los ámbitos social y educativo.
Realizado por César García Sáez, cofundador de Makespace Madrid e Investigador Principal de la Asociación Descubre la Electrónica Orientada a Objetos (EooDescubre), ‘(Casi) Todo por hacer’ traza una panorámica sobre el fenómeno Fab Lab (laboratorios de fabricación digital) y el movimiento maker, conceptos que, espoleados por la popularidad de la impresión 3D y la robótica, están consolidando una nueva forma para desarrollar competencias de formación e inserción laboral, basadas en la posibilidad de experimentar, de aprender, de fabricar y compartir el conocimiento.
El estudio está disponible gratuitamente en nuestra web y fue presentado en el marco de la jornada de lanzamiento de la Red Española de Creación y Fabricación Digital (CREFAB), enmarcada en el evento internacional European Maker Week.
Desde su primer embrión allá por 2001 en el Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT), durante los últimos años el número de estos espacios de fabricación digital no ha parado de crecer en todo el mundo de forma relevante (prácticamente se duplica cada 18 meses). De hecho, en España, existen actualmente 24 espacios Fab Lab. Esta realidad, unida al desarrollo del movimiento maker y del concepto “hazlo tú mismo”, han motivado la realización de este estudio, ‘(Casi) todo por hacer’, que no sólo da a conocer las principales iniciativas en este ecosistema, sino que realiza una aproximación al impacto que están teniendo tanto en el ámbito educativo como en el social.
“La fabricación digital es un proceso que permite la manufactura de objetos físicos a través del uso de herramientas controladas por ordenador”. El estudio comienza explicando qué es un Fab Lab y qué elementos debe contener para poder catalogarse de esa manera, por ejemplo, a través de fabricación aditiva (la impresión 3D es el ejemplo más claro), fabricación sustractiva (por ejemplo, con las fresadoras de control numérico) o fabricación por corte (a través de máquinas de corte láser, cortadoras de plasma y/o cortadoras de agua para metales).
Detalla, asimismo, los aspectos comunes de estos espacios de fabricación, como son la “práctica basada en el hacer”, el “aprendizaje compartido”, “compartir y evolucionar proyectos existentes”, etc., para, posteriormente, analizar los distintos tipos de Fab Labs y realizar un recorrido, inédito en España, sobre los recursos e iniciativas nacionales de este tipo existentes en la actualidad.
Asimismo, el informe ofrece un análisis de casos que recopila información sobre algunos de los proyectos internacionales más destacados en el ámbito educativo o con impacto social, laboral y económico.
El estudio constata que los Fab Labs como recursos educativos son una tendencia clara en múltiples países y que estos espacios de fabricación digital están apareciendo en colegios y bibliotecas, incorporando nuevos elementos tangibles dentro del proceso de aprendizaje ordinario. Si bien los Fab Labs surgieron en el ámbito académico universitario del MIT, con el paso del tiempo las opciones educativas relacionadas con la fabricación digital se han multiplicado, debido, principalmente al abaratamiento de la tecnología y al aumento de la demanda de profesionales en los campos de la ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas.
Según la National Math + Science Initiative (EE UU), el número de puestos de trabajo de profesiones que aúnan conocimientos científicos, tecnológicos, de ingeniería y matemáticas (STEM en su acrónimo en inglés) crecerá un 17% frente al 9,8% de las profesiones no STEM.
Los Fab Labs y Makespaces sirven como espacios de aprendizaje informal entre pares y, adicionalmente, muchos de estos espacios funcionan a través de grupos de trabajo en los que se establece una temática común y todos participan del proceso de creación y aprendizaje. De esta forma, la definición del papel del movimiento maker en la educación sería: pasar del consumo a la creación y convertir el conocimiento en acción. Así, en los últimos años se ha puesto de moda el término DIWO (do it with others) para designar este tipo de procesos relacionados con estrategias “Hazlo por ti mismo”, pero aplicadas a contextos grupales.
Las numerosas iniciativas maker en este escenario generan oportunidades gracias a su modelo de crecimiento replicable, con métodos y equipamientos más o menos estandarizables y a su vinculación con las comunidades y las empresas locales. De otra parte, en el modelo se perciben debilidades como que en ocasiones el perfil de los distintos laboratorios es muy similar, no muy abiertos, con una estructura de la red pseudo descentralizada y sin muchos recursos comunes.
En este escenario, la Fundación Orange ha puesto en marcha su programa Fab Labs Sociales, enmarcado en el programa desarrollado por la Fondation Orange internacionalmente. En España el programa ha arrancado en 2015 con dos iniciativas: YAMakers, un taller en el que varios jóvenes con autismo de alto funcionamiento se forman y trabajan juntos para crear, mediante impresión 3D, elementos que pueda ser útiles a personas con discapacidad física, y Young Social Makers, en el que un grupo de jóvenes de entre 15 y 25 años, provenientes de escuelas de FP o de diseño, reciben formación práctica en las técnicas de fabricación digital.
Aunque el eco mediático para el gran público en muchas ocasiones se lo llevan algunos llamativos proyectos de impresión 3D o de robótica, la solidez del impacto socioeconómico del entorno Fab Lab y del concepto maker va más allá, aportando soporte para adquirir nuevas habilidades que permitan conseguir empleo, incluso, si fuera el caso, un primer trabajo, pues estos efectos son especialmente beneficiosos en el caso de jóvenes en riesgo de exclusión social.
No en vano, en los últimos años se han creado muchas empresas relacionadas con la fabricación digital, que están cubriendo distintos sectores, como los tecnológicos o medioambientales, por ejemplo, y que, además, ayudan, entre otras cosas, a la creación de puestos de trabajo de tipo técnico, creativo o artesano.
En este aspecto, se destacan varias fortalezas por parte de este tipo de proyectos, como el trabajo basado en tecnologías abiertas, lo que facilita el uso por parte de un tercero de los mismos recursos, el ser espacios articulados en torno a las relaciones entre pares, o las facilidades para permitir que los nuevos usuarios fabriquen sus propias herramientas (basadas en diseños abiertos). Por otro lado, se apuntan algunas debilidades a tener en cuenta, entre ellas, el espacio entre la formación y el trabajo remunerado o, en algunos casos, una estructura asociativa con recursos limitados para la realización de grandes proyectos.